El cuidado como derecho
En opinión de Hertino Aviles Albavera
El cuidado como actividad que sostiene la vida cotidiana ha sido empujado durante décadas al ámbito privado, reconocerlo como un derecho humano cambia la perspectiva de raíz: ya no se trata de una “ayuda” que cada familia resuelve como puede, ni de una obligación naturalizada en las mujeres, sino de un asunto de justicia social que exige corresponsabilidad entre el estado, comunidades y hogares.
Llamamos cuidado al conjunto de actividades, procesos y vínculos que generan y sostienen diariamente el bienestar físico y emocional de las personas, tales como; alimentar, asear, acompañar, curar, educar, escuchar. Parte de ese trabajo es remunerado —enfermeras, cuidadoras, trabajadoras del hogar, educadoras—, pero cuando no es así, la mayoría de las veces es una actividad no remunerada que recae sobre mujeres, por lo que esta distribución desigual limita su autonomía y reduce sus oportunidades educativas y laborales perpetuando de esta manera una brecha que se transmite de generación en generación.
El derecho del cuidado implica, por un lado, darle nombre y valor; por otro, construir políticas que lo hagan visible y exigible. En el caso del estado de Morelos, el cuidado como un derecho fue reconocido en su constitución política en septiembre del año en curso, lo que sienta las bases para transformar la manera en que entendemos el bienestar y para pasar de la lógica del sacrificio individual a la de los derechos, pero ese reconocimiento solo será real si viene acompañado de leyes secundarias claras y presupuesto suficiente.
Conviene subrayar que el derecho al cuidado tiene dos sujetos a considerar, quienes reciben cuidados y quienes brindan cuidados, por lo que es importante no perder de vista ambos supuestos, puesto que asumir el cuidado como derecho es, en el fondo, decidir qué vidas queremos reconocer. Morelos tiene la oportunidad y la responsabilidad de convertir este derecho en una realidad cotidiana: que quienes necesitan apoyo lo reciban y que quienes cuidan puedan hacerlo sin sacrificar su salud. No es una tarea menor, pero tampoco es utopía.
Hertino Avilés Albavera

