Serpientes y escaleras - La línea roja de la seguridad

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En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - La línea roja de la seguridad

El asesinato de Carlos Manzo no fue un crimen más, movió conciencias en todos lados

 

La línea roja de la seguridad

El asesinato del alcalde Carlos Manzo no fue un crimen más en un país severamente lastimado por la violencia, fue un recordatorio público de que en el México de hoy ser autoridad y ejercer el poder con compromiso social se ha convertido en una profesión de alto riesgo. La delincuencia dejó claro que no acepta desafíos y que ni siquiera el Estado está seguro frente a ellos; el recordatorio no fue desde las sombras, se hizo frente a todos, en una plaza pública y representó un golpe directo a la autoridad presidencial. La respuesta del gobierno de México ante un hecho tan grave ha sido terrible desde el principio.

Las expresiones del lunes pasado de la presidenta Claudia Sheinbaum en su conferencia mañanera, culpando a Calderón, a los medios de comunicación y a las redes sociales de una embestida mediática contra su gobierno marcó la línea de lo que sería la respuesta institucional ante un tema que superó por mucho las proyecciones del equipo de gobierno.

Culpar a Calderón, minimizar los hechos y arremeter contra el enfado popular no cayó nada bien en la opinión pública y provocó una de las crisis mediáticas más fuertes (si no es que la más fuerte) que ha sufrido Claudia Sheinbaum en lo que va del sexenio. Minimizar la tragedia no solo se percibió como un signo de insensibilidad presidencial, también transmitió la idea de que el gobierno no dimensiona aún la gravedad del momento político que enfrenta.

Luego vino el reparto de culpas hacia los medios de comunicación que difundieron el hecho y las redes sociales que lo viralizaron; se trata de una campaña pagada, dijo la jefa del ejecutivo, “hay mucho dinero invertido en TikTok e influencers, por los grupos conservadores para atacar a nuestro movimiento”, añadió. Y la respuesta de las redes sociales fue contundente, elevando la temperatura y reiterando su repudio a la postura oficial. Entonces apareció la nota del acoso, considerada por la mayoría como una cortina de humo y la historia se complicó más.

Lanzarse contra la opinión pública nunca ha sido un camino que termine bien para ninguna autoridad, no importa el partido del que se trate, ni tampoco la popularidad que se tenga. En momentos como los que vivimos, en donde la delincuencia cobra cientos de vidas todos los días, cuando decenas de autoridades en funciones han sido ejecutadas y cientos de exfuncionarios más han corrido la misma suerte, tratar de culpar a un gobierno que acabó hace más de trece años es un argumento que a nadie convence.

Igual que en cualquier estado donde se padecen altos niveles de inseguridad, como Morelos, el problema de violencia es el aspecto que más está incidiendo en el ánimo colectivo y se reflejará en el sentido de los votos de la elección del 2027, cuando la presidenta medirá la fuerza de su gobierno a la mitad del camino.

En Morelos la inseguridad lleva muchos años ocupando el primer lugar en la agenda ciudadana y las encuestas recientes la colocan como la preocupación dominante. En la administración de Margarita González Saravia, quien apenas va en su primer año de gestión, el tema ya comienza a erosionar su confianza y aunque en las cifras oficiales hay avances en operativos, detenciones y desarticulación de bandas criminales, el ciudadano aún no percibe esa mejora.  

Y aunque no guste a la gente de gobierno, la realidad es que en materia de seguridad los números importan menos que las emociones: si la gente se siente insegura, entonces la inseguridad es real, aunque las gráficas muestren lo contrario. El artero asesinato de Carlos Manzo, quien reiteradamente había pedido apoyo a la federación, incidió muy fuerte en la narrativa nacional y local, llenando de miedo la percepción pública en todo México.

El calendario no tiene compasión y el momento donde se pondrán en contraste las estructuras y el sentimiento colectivo será en el 2027, cuando se celebren elecciones en diez estados y se renueven gubernaturas en varios de ellos; Morena es favorito en la mayoría de los casos, pero en el cuarto de guerra oficial saben que, a pesar de las cifras, en una decena de entidades existen focos rojos y el riesgo latente de perder o retroceder electoralmente. Morelos es uno de ellos.

Ganar una elección en donde la inseguridad, el miedo y la violencia predominan no es un reto menor, porque este tipo de circunstancias definen el comportamiento de la gente en las urnas. En la tierra de Zapata los ejemplos son claros: cuando los gobiernos son rebasados por la delincuencia, el voto de castigo se vuelve una realidad.

Así como la presidenta Claudia Sheinbaum debió reconocer el asesinato de Carlos Manzo como un hecho mayor, como un reto de la delincuencia a su gobierno y como una tragedia que afecta a todos, porque representa un mensaje fuertísimo de los grupos criminales a la sociedad y a sus gobiernos, en Morelos la gobernadora debe tener mucho cuidado en el manejo y atención de estos temas, para que el mensaje oficial no se vuelva contraproducente.

Para que la percepción cambie se requieren respuestas y acciones visibles, no solo discursos, hacen falta resultados, comunicación con transparencia y humanismo, no mensajes triunfalistas, se requiere empatía pública, coordinación real y tangible con las autoridades de los tres niveles de gobierno, blindaje a todas las autoridades, sobre todo a aquellas que corren más riesgo. Y por supuesto, lo más importante, reconstruir la confianza pública, porque sin credibilidad no hay estrategia que funcione.

A nivel interno Margarita González Saravia tiene una carta valiosa: Edgar Maldonado; más allá de especulaciones políticas, su regreso al gabinete puede significar orden y liderazgo en un gabinete que nació fracturado que hoy necesita una sola brújula. La política interna estuvo en calma gracias a la imagen y habilidad de Juan Salgado Brito, ahora toca al nuevo secretario consolidar lo hecho y corregir lo que aún no funciona; para lograrlo, como sucedió en la fiscalía, se requiere un equipo diferente al que hoy está.

El asesinato de Carlos Manzo nos recuerda nos recuerda a todos que México se encuentra en una línea roja y cruzarla o no hacer nada para evitarla tiene consecuencias muy graves. En Morelos los próximos meses serán decisivos, lo que se haga o se deje de hacer repercutirá lo que suceda en la próxima elección y en la gobernabilidad de los siguientes años.

En democracia la gente perdona muchas cosas, excepto el miedo; cuando la política y los gobiernos fallan en proteger a la gente, los ciudadanos corrigen en las urnas.

·         posdata

Aunque el paso a la fiscalía se vendió como un premio, en los hechos se trató de una expulsión, porque se sacó del gabinete a una figura clave en el esquema de confianza de la gobernadora; mandar a la FGE al único personaje que en ninguna circunstancia de tiempo y momento traicionará a Margarita González Saravia, ni se mueve por intereses económicos, electorales o de grupo, fue una jugada maestra.

El regreso de Edgar Maldonado es un movimiento estratégico que lo coloca de nuevo en la mesa del 2027, pero sobre todo le permite nuevamente ver qué ocurre dentro del gobierno; pero para llegar a ese punto es sustantivo que el funcionario se posicione, haga crecer su imagen y construya una sólida empatía con la ciudadanía y la base morenista. Para estar bien adentro, necesita ser bien visto afuera.

Esto no se logrará solo con manejo de medios, que por cierto, no ha sido el punto fuerte de la actual administración; lo que verdaderamente puede proyectar a nuevo secretario de gobierno son los resultados, porque más allá de la confianza de la gobernadora, el vacío que dejó en ese espacio Juan Salgado Brito es enorme y en cualquier momento se puede volver en contra del nuevo encargado de la oficina.

La clave para que el secretario de gobierno se posicione como una figura preponderante en el mapa político depende, insisto, de que cumpla su encomienda; la cercanía con la gobernadora es el boleto de entrada al juego, pero no alcanza para mantener mucho tiempo la esperanza en su figura, sobre todo cuando navega en un gobierno con dos cabezas. Si acepta ser un objeto decorativo en el gabinete, este podría ser el único sexenio donde esté vigente.

Edgar Maldonado tiene las bases para crecer más allá de la meteórica carrera política que le ha brindado el apoyo de González Saravia; en esta nueva encomienda puede demostrar que detrás de la figura amable, decente y preparada, existe un hombre con carácter, con inteligencia social, empatía y ganas de lograr la transformación que impulsa la gobernadora.

El secretario puede trascender, el reto es que se decida a hacerlo.

·         nota

Por cierto, la renuncia de Edgar Maldonado a la Fiscalía General no es poca cosa, como fiscal tenía un nombramiento por nueve años (más allá del sexenio actual) y un presupuesto de alrededor de mil millones de pesos. No cualquiera declinaría a ello, pero Edgar lo hizo. ¿Por qué?

Primero por la lealtad que tiene con Margarita González Saravia (la persona, no la gobernadora); por ella aceptó un encargo que no quería y luego renunció a una posición que muchos envidiaban. Eso demuestra nobleza, pero también congruencia.

Segundo porque entiende que la situación al interior del gabinete no es sencilla y las cosas no son como se las cuentan a la jefa del ejecutivo; la prudencia de Maldonado solo es equiparable a la de Margarita González Saravia: es un hombre respetuoso, institucional y comprometido con la causa de los más necesitados; algo que ningún otro integrante del gabinete posee.

Edgar Maldonado no es el hombre fuerte del régimen, pero nunca ha intentado serlo; a diferencia de otros, a él no lo mueve el interés económico, ni político, no tiene la voracidad de otras figuras que hacen negocios desde el gabinete, pero si tiene claro lo que debe hacer desde la nueva oficina a su cargo.

El tiempo mostrará si el joven abogado logra su objetivo, pero para hacerlo necesita equipo. La política no se hace en solitario.

·         post it

Como ya es costumbre, comienzan las quinielas sobre quién ocupará la silla vacía en la Fiscalía General; la figura obvia sería el actual encargado de despacho, Fernando Blumenkron, a quien su formación y experiencia lo respaldan, pero será decisión del congreso ratificarlo o designar a alguien nuevo que, según ha dicho el coordinador de Morena, podría ser una mujer.

Otro personaje que se vuelve a mencionar, porque lo impulsan para muchas cosas, es el alcalde de Cuernavaca José Luis Urióstegui: buen abogado, exprocurador y con la misma decencia y honorabilidad que caracterizan a la gobernadora y al nuevo secretario de gobierno. El alcalde no aceptaría ese nombramiento, pero sin duda es un buen perfil para el cargo.

Una tercera ficha es el fiscal anticorrupción Leonel Díaz Rogel, abogado preparado, con talento, arraigo institucionalidad y buen manejo; desde la FECC está tratando de corregir los vicios del pasado, hacer que la institución funcione y que una de las demandas más sentidas de la población, combatir a los corruptos, se vuelva una realidad y no se quede solo en el discurso.

Muchos quieren esa posición, pero pocos pueden con ella y muchos menos la merecen. La decisión es de la gobernadora y lo que determine marcará el rumbo de su administración.

·         redes sociales

Nuevamente el magistrado Guillermo Arroyo vuelve a estar en el ojo del huracán y de nueva cuenta señalado por actos de corrupción; ahora por apoyar una construcción irregular.

Se ha vuelto moda en Morelos que quienes aplican la justicia sean los primeros que negocian con ella.

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